Muchos criticaron a los que afirmábamos que la dimisión de Esperanza Aguirre como presidenta de la Comunidad de Madrid no era más que un hecho premeditado y muy bien calculado. Nos tachaban de falta de sensibilidad ya que la "pobre" mujer tenía problemas de salud. Se marchó de su cargo, faltando así al respeto a todos los ciudadanos, ya fueran votantes o no. Y ayer la esperada noticia: Esperanza ha conseguido un empleo en una empresa PRIVADA Y CATALANA. Estupefacta me quedé, no solo porque ha engañado a todo el pueblo madrileño, sino porque me sorprende la rapidez con la que encuentra un empleo en estos difíciles tiempos y más en una empresa catalana. Y sí, me llama mucho la atención porque tan solo hace unos meses que la gran política, con su sonrisa imborrable irradiando despotismo donde quiera que va, animó a los ciudadanos a no adquirir productos catalanes. Algo no encaja en todo esto...
Algo tengo claro: Esperanza sabía la que se avecinaba en su comunidad con la privatización de la sanidad y eligió el momento oportuno para irse. No estaría en una empresa privada si de verdad necesitara alejarse del trabajo como afirmó. Y tódavía tenemos que oírla afirmando su sorpresa por la crítica de la ciudadanía ante esta decisión. Yo lo veo muy claro: has engañado y te has marchado a otro trabajo. Nadie te echará de menos, pero podrías llevarte contigo a todo tu séquito de charlatanes que, como el nuevo presidente de la Comunidad de Madrid, defienden el aprovechamiento de un cargo público para obtener beneficios. Realmente lamentable.
Pero ya no me sorprende nada en este país. Que un ministro es destituído de su cargo, no pasa nada que al día siguiente estará ocupando otro puesto (con su sueldo millonario y sus correspondientes "negocietes" claro está). Que el alcalde deja su puesto, no pasa nada que Botella irá al rescate para estropearlo todo más y reírse de los madrileños con numerosas contradicciones, risas cínicas y falta de explicaciones. Y para que hablar de los robos que durante años se llevan cometiendo en este país. La corrupción está saliendo a la luz y salpicando a numerosos cargos públicos. Pero estoy segura que entre todos encontrarán una forma de volver a enterrar sus trapicheos. Porque ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Todo queda en casa, como dicen, y prueba de ello son las numerosas relaciones sentimentales, personales o profesionales existentes entre los imputados, culpables o responsables de las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo en España.
Algo se está haciendo mal y situaciones como éstas no se pueden consentir.
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