Una mañana como cualquier otra, un desayuno corriente, una ducha caliente y el mismo cuento de todos los días. Maquillarse una sonrisa, peinarse con una trenza de felicidad y vestirse de la persona que antes era. Al principio resultaba difícil pero poco a poco se convierte en rutina. Saludaba y fingía que nada pasaba, reía con cada una de sus bromas y decía todo aquello que sabía que era lo apropiado. Una espiral del silencio.
Así vivía cada uno de sus días, sin pensar en lo que había sido, por lo que la habían querido y que ya había quedado atrás. Había cambiado y no podía volver al pasado pues había olvidado llevarse consigo la alegría de aquellos días. Él se la llevó consigo y ella no se atrevía a pedírsela. Quería recuperar su felicidad, volver a sentir ilusión en su interior y sentirse especial y llena de fuerza ante el futuro. Algo que parece fácil se hacía imposible para ella. Se creía fuerte pero su debilidad se manifestó como nunca lo había hecho. Se dejó atrapar por la espiral de la incredulidad, la impotencia y la inferioridad. Una espiral del silencio.
Y es así pasaban los meses. Feliz por fuera pero vacía por dentro. Él, sin quererlo, se llevó lo tanto significaba para ella. Se apoderó de su ilusión y de su esperanza en los dos, de aquello por lo que tanto había luchado y en lo que tantas noches había soñado. Se hizo dueño de imágenes juntos, de momentos de complicidad y de sonrisas que escapan al viento. Se olvidó de lo que habían sido y de todo aquello que habían compartido. Egoísmo o realismo, según se mire, tuvo una consecuencia irreparable sobre ella. Vivía en una espiral del silencio.
Siempre se había prometido luchar, aguantar lo que fuera necesario y conseguirlo. Rendirse ahora significaba la mayor derrota que se puede imaginar. No quería sentirse más pequeña y perdedora ni alejarse más de lo que siempre se había prometido ser. Pero tan pequeña frente a él, tan dependiente y sin nada que decir. No sabía cómo expresar lo que su cabeza exigía sino que se empeñaba en actuar como su corazón mandaba. Un corazón encarcelado preso de la espiral del silencio.
Una espiral que no la dejaba vivir como siempre lo había hecho. Un silencio que la atormentaba, gritaba sin que nadie la escuchara ni acudiera a rescatarla. El mundo seguía girando como si nada y ella seguía presa de aquel silencio que cada día la hacía más pequeña.
Luchar por las llaves de esa prisión, sentir el aroma de la libertad y correr persiguiendo un nuevo sueño. Empaparse de risas sinceras, retar a los temores y ganar en fortaleza. Vencer una espiral del silencio.