Último día del año y última entrada en el blog. Este año, a
diferencia de los anteriores, no voy a hacer una recopilación de los mejores
momentos o de las personas más importantes de mi vida. Eso queda en mi
pensamientos y, sobre todo en mi corazón; y esas personas saben quiénes son y
lo que hacen cada día por mí.
Se termina un año impar, un año que para muchos será difícil
de olvidar, por desgracia, por sus aspectos negativos. Muchos pronosticaban la
mala suerte que acarrea esta cifra: que si martes 13, que si los americanos no
tienen planta 13 en sus edificios…y los que no creemos en ese tipo de
supersticiones comenzamos el año con la ilusión y la esperanza habituales. Sin
embargo, y una vez pasados estos nueve meses, me temo que ha sido un año poco
afortunado para el mundo. Un año en el que cada día nuevas familias se ven
inmersas en la pobreza, en el que las libertades y los derechos se ven cada vez
más reducidos o en el que el mundo se vuelve
más y más loco. No recuerdo un solo día de este año en el que las
noticias positivas hayan superado a las negativas. Todo ha girado en torno a
guerras, atentados, violencia, lucha y odio por ser diferentes, represión,
recortes, sufrimiento en las familias, etc. Y no es precisamente la mala suerte
lo que lleva a esta situación. Es el ser humano el que lo provoca y, por ello,
mi mayor deseo para el 2014 es que la razón vuelva a un mundo que ha perdido el
rumbo.
Para mí, este año se base en el contraste y en sentimientos
enfrentados. En momentos buenos que vienen acompañados de otros no tan
agradables y en encuentros de personas, pero en distanciamiento y pérdida de
otras. Un contraste en blanco y negro, con pocos toques de color y luminosidad.
Sin embargo, la belleza de una foto en blanco y negro se encuentra en el tiempo
transcurrido o en la gran cantidad de historias que esconde tras de sí. Eso ha
sido el 2013. Una foto en blanco y negro que siempre recordaré por las
historias que esconde que tanto me han hecho aprender.
Porque sí, en este año he aprendido muchas cosas. He
comprendido que conforme pasa el tiempo los caminos se definen cada vez más y
los obstáculos y desniveles alejan a muchas personas de tu vida. Incluso muchos
de aquellos caminos que creías inseparables se distancian y crean un puente tan
largo que difícilmente os volverá a unir. He aprendido también que la fortaleza
no reside en saber reír ante los problemas sino que es mejor una lágrima a
tiempo que una sonrisa que esconde sufrimiento. Incluso es mejor equivocarte
una y otra vez sabiendo lo que estás haciendo a no intentarlo y actuar haciendo
siempre lo correcto.
Este año me ha enseñado que el amor es complicado y
nosotros lo complicamos aún más. Que hay muchas formas de querer y no siempre
queremos como debemos hacerlo. Incluso que el tiempo determina nuestra vida y
hay que saber en qué momento nos encontramos.
Recuero que el año pasado felicité el año a muchos de mis
amigos con el deseo de que busquen y encuentren la felicidad. Ahora me
cuestiono si es el mejor mensaje que les pude decir porque, ¿tenemos que vivir
buscando la felicidad? En estos meses he pensado mucho en la felicidad, incluso
más de lo que debería, y ahora creo que cuanto más nos empeñamos en conseguir
la felicidad más nos alejamos de ella. De hecho, nadie sabe donde está
exactamente. No me gusta tener que vivir cada día buscando algo que ya tengo.
He llegado a la conclusión de que en la propia tristeza está la felicidad pero
nos empeñamos en hacer todo perfecto y nos olvidamos de vivir. Por eso no pido
un año perfecto; deseo un año que me siga enseñando como vivir cada situación,
ya sea buena o mala, sin pensar en ser feliz y siéndolo directamente.
Para el 2014 me centraré en una gran frase del fallecido
Nelson Mandela: “Siempre parece imposible hasta que se hace”. Con ella me
quedo y con estas palabras voy a empezar un año con ilusión y ganas de seguir
afrontando nuevas situaciones, conociendo personas increíbles y disfrutando de
cada segundo que la vida me regala.
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