Queridos reyes magos:
Este año mi lista de regalos es un poco extensa pero las
circunstancias así lo requieren. Mucho me temo, sin embargo, que va a
necesitarse más que magia para que consigáis todos ellos.
En primer lugar me gustaría un país donde reinara la
democracia y el respeto constitucional. Parece que está de moda el legislar de
acuerdo a la “moralidad” de aquellos que creen ejercerla en su perfección o de
acuerdo a una religión, olvidando así principios tan importantes como la aconfesionalidad
de la Constitución. Por ello me gustaría una ley que no juzgue como delito un
derecho fundamental de toda mujer, que ésta no sea tachada de delincuente o
incluso loca y que no se permita que un
ajeno decida la vida de nadie.
Resulta triste que en pleno siglo XXI tenga que estar
pidiendo este regalo pero, conforme pasan los años, parece que los derechos,
las oportunidades y los servicios sociales desaparecen y se olvida el esfuerzo
y los años de lucha que hicieron falta para su consecución. Necesitamos una
educación y sanidad pública, no porque nos lo merezcamos por ser buenos
ciudadanos y actuar correctamente, sino porque es un derecho básico fundamental
del que se está privando a muchas personas. Un sinsentido que solo persigue la
desigualdad social en busca de dos clases sociales diferenciadas y subordinada
la una a la otra.
Que no se me olvide uno de mis peticiones estrella y que
seguro habréis recibido en miles de cartas. Es necesaria la creación de empleo,
pero no de puestos de trabajo precarios con condiciones propias de tiempos de
la esclavitud. No queremos escuchar más la famosa frase de “Es lo que hay”,
porque eso es lo que se nos impone y no tiene por qué ser así. Necesitamos
trabajo digno, respetuoso y acorde a la formación de las personas.
Podría escribiros cientos de peticiones como estas dada la
gravedad de la situación social y económica que atraviesa España. Pero voy a
terminar con una petición más que importante: necesitamos que se nos devuelva
la condición de ciudadanos libres, iguales en derechos, con libertad de opinión
y derecho a manifestación. Ciudadanos que no tengan que verse humillados ante
desplantes de los políticos, ruedas de prensa sin preguntas o declaraciones a
través de pantallas de plasma. La condición
de ciudadanos en cuyas manos reside el poder y en cuyas manos está que la
democracia funcione como debe ser.
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